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Tiempo de matanza en Abla

Abla matanza cerdo
De 'matanza' en Abla
 
Texto: Sole Venegas

... Son esas mañanas que esperamos con autentica devoción, madrugás de mistela y amanecidas de roscos...

Son mañanas límpidas, secas, frías.

Las chimeneas, desde muy temprano, se clavan en un cielo azul y transparente con hambre. Y las calles, chorrean hilillos de agua ocre de la aplastada cebolla cocida que se enfría. Poco después y para pintar la mañana, unos gruñidos se agarran al aire para vivir.

No mucho más y la habitación fría, todo es vaho. Todo se confunde entre la sangre caliente y las manos de la mujer que en el lebrillo da vida al amanecer.... El marrano, inerte, sobre una mesa de madera espera el milagro...

Dice mi abuela, que ellos, desde los Castillos, cuando veían en la amanecida las casa a humear , empezaban a preparar la olla. Era costumbre " Echar la olla" surge como una necesidad que después se haría tradición.

El hambre en el pueblo, bromea mi abuela, iba de arriba abajo. Siempre, no sabe si ahora sigue igual, los más necesitados estaban en los castillos y los más holgados abajo ( C/real, c/ baja...)

" Echar la olla" La olla era anónima y bajaba por la chimenea en noche oscura y era muy difícil que no subiera con alguna morcillica. Dice mi abuela, que la matanza, era el acto social más plural que ella ha conocido.

Era el lugar donde se reunían : abuelos, primos, tíos, y allegados, para comer y beber una vez " pelao y colgao en su camal el marrano"; y abuelas, tías, primas y allegadas para trabajar, y canturrear....

...Era allí, en las matanzas, donde los mozos secos y con ruda mirada, mostraban a sus " chachos" su fuerza y temprana hombría; y su vez , de reojo, con fuego, lanzaban culebrinas a los carrillos coloraos de las mozuelas que junto a la chimenea y sus picaruelas " chachas" preparaban su rubor...

Los niños... los niños y niñas para no molestar, durante el día, a la calle con la zambomba y a coger cañas al río para colgar las morcillas. Y por la noche, al corral, aunque ellos prefiriesen habitaciones oscuras para jugar "a la gallinica ciega" y despertar locuras.

¡ Ah ! y el olor denso y penetrante "del testamento", dice mi abuela, inundaba a toda la casa de un algo tan especial que no cabe descripción posible: pimentón, matalahúva, canela,clavo, pimienta, chiquilín, orégano, un mazo de tripas, naranjas limas, limones...

Es la matanza, madrugá de mistela y "mantecaos", donde se abrazan las ansias del gruñir del hambre por los "terraos". Son mañanas límpidas, secas, frías, tan frías como la noche sigue al sueño.

Abulenses, como me dice mi abuela, lo bueno que tiene el recuerdo, es que podemos pasear siempre con él.

Texto: Sole Venegas
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